Siempre sentí la necesidad de desarrollarme al menos en dos áreas: la psicoterapia y el arte. No siempre podía vincular todos mis intereses, mis recorridos, y las identidades que se iban despertando en cada experiencia. Sin embargo hoy creo firmemente que nada de lo ocurrido fue casual ni superfluo. Lo espiritual es es el trasfondo, una manera de llamar a Eso inefable que trenza, entreteje, sostiene y da sentido a las cosas. Bendigo cada búsqueda y lo que puedo aprender de vivir... trenzando mundos. Este es un intento de transmitir algo de ese aprendizaje, aún sabiendo que cada experiencia tiene mucho de intransferible.



SILVIA JUDIT LERNER
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CAMBIOS: SER Y DEJAR DE SER


Más que ser, uno va siendo, dicen... Uno cambia y algunas cosas dejan de ser... ¿Qué hace uno con esos aspectos, esos rasgos, que dejan de formar parte de su identidad?...? ¿Adónde va lo que cambia y entonces no está más?... ¿Dónde está o en qué se convirtió, por ejemplo, la inocencia infantil o la espontaneidad adolescente? ¿Viejos sueños, ciertos deseos, lejanas vocaciones, aquellos amores?... ¿Qué hacemos con lo que no usamos de nosotros? ¿Siguen el camino de las bicis perdidas, de los juguetes rotos, los boletines de escuela, de las primeras medias largas o los zapatitos de taco, del álbum de figuritas de brillantes, la servilleta de papel donde escribimos ese corazoncito con dos nombres, de la libreta de teléfonos de hace 30 años?...

Todas esas cosas que guardamos tanto tiempo hasta que no las guardamos más. Reprimiendo para siempre el recuerdo del momento en que decidimos deshacernos de ellas para siempre. Como el acto de olvidar un amor imposible, o más bien un delito, un asesinato accidental, lo que no podemos integrar en la memoria de lo que seguimos siendo.

"HACER TIEMPO"

Caminar despacito, pararme sin apuro frente a las vidrieras de los negocios que aún permanecen cerrados, extasiarme con libros de imágenes tan hermosas que me llenan los ojos de lágrimas recordándome mis tiempos de acuarela...
Llego al bar chiquito y coqueto de la vuelta, no al grande y populoso de la esquina donde va todo el mundo. Acá es todo azul y rosa, y muy agradable. Pido un té con medialunas que me dispongo a saborear mirando la mañana en la plaza a través del ventanal. ¡Qué placer inesperado!...
De pronto advierto que podré disponer de este placer todos los jueves. Todos los jueves, si sigo con el programa de radio, después del consultorio tendré que hacer tiempo durante una hora.
Y de pronto caigo en cuenta, sorprendidísima, de lo que realmente dicen las palabras: hacer tiempo.
Cuando acomodé los horarios en la agenda, me dije preocupada que iba a tener que hacer tiempo durante una hora o más. Pero la preocupación era porque iba a perder tiempo una hora y media o más.
Pero me he encontrado con una hora de leer, de tomar un rico té en un lindo bar frente a la plaza que puedo ver cambiar de color con las semanas, una hora de pensar y escribir como cuando estoy en una ciudad que no conozco y tengo que ordenar mis impresiones... Una hora que me puedo regalar, para tocar en mi corazón los recuerdos que suenan, que vibran, que me arrancan sonrisas o lágrimas. O bien, una hora de ordenarme, de centrarme en mí para estar conectada con lo que quiero hacer, con lo que quiero decir.
¿¿Perder tiempo??... ¡¡Hacer tiempo!! Hacer ese tiempo que me hace, que me hace ser. Ese tiempo en el que me reconozco. En el que pienso, siento, creo, disfruto...

Qué poco tiempo le damos al tiempo.