¿Qué tan cerca del paraíso se puede estar? ¿Y cuál es la
“actitud correcta” cuando uno está allí? Estoy frente a un paisaje tan hermoso
que parece casi irreal. (¿Qué rasgo de carácter es este que la belleza y el
bienestar me parecen un sueño?)
Estoy sentada en un jardín de rosas, sobre una alfombra
verde, frente a un lago azul cerúleo con destellos de plata. En la orilla de
enfrente hay otras lomadas verdes, bordeadas de pinos, alerces, coihues y otros
bellos árboles, casitas como de cuentos, y más lago azul después del verde. De
la casa llega el olorcito tibio del próximo almuerzo y la música celta con la
voz dulce de Loreena Mackeenit. Si alguien quiso establecer una escenografía
perfecta, lo logró.
A veces creo que, si hay Dios, si la Energía estuviera
personificada de alguna manera, se trataría de un guionista. Algo así como que Dios, en su infinito poder y poderlo
todo, tiene que manifestarse permanentemente. Y si tiene alguna conciencia con
algún parecido a la humana, en imagen y semejanza, si Dios lo es Todo, Es y
Tiene también la condición posible del aburrimiento. Por eso todo el tiempo
pasan cosas. Y ni un segundo se detiene la manifestación del ser. Entonces,
decía, Dios puede aburrirse pero como es Dios, también tiene la capacidad
inmediata de crear las condiciones de Ser que le impiden aburrirse. Y entonces,
constantemente, imagina situaciones encadenadas, simultáneas, sucesivas,
interconectadas y pluridimensionales, condiciones propicias y necesarias para
que lleguen a manifestarse las cosas que se Le ocurren. A veces esas cosas
pueden ocurrir dentro de los parámetros de este juego —que tiene sus leyes… y Sus
leyes— que llamamos “realidad”. Pero otras veces el argumento obliga a forzar
un poco los acontecimientos, y aparecen los efectos especiales. Ahí es cuando
lo vivido nos parecen un sueño. O una pesadilla. O un milagro.
Bueno, ya me ha tocado participar en más de una pesadilla o
una película de terror en la cual alguien escribía el argumento, y ahora se me
obsequia un bello sueño o un grato relato de viaje. He sido convidada a
participar de un episodio de buen humor de Dios, de un Dios bucólico.
Ocasionalmente me parece que contacto con cierto sentido
del humor divino. Chistes de los que los humanos difícilmente podríamos
reírnos. Como cuando un niño levanta una torre de cubos y ríe al derribarlos de
un manotazo.
Sí, ya sé, no comparto —lamentablemente— la visión de un
Dios que sea absoluto Amor, porque me parece que en ese caso Dios dejaría de
ser absoluto. Veo a Dios como un Poder Ilimitado, como la Esencia misma que
subsiste en cada una de las cosas, hechos, acontecimientos, inspiraciones y
exhalaciones del universo, desde menos de un micrón hasta la mayor de las
galaxias.
Dios es el concepto que me permite pensar en un Todo que
todo lo abarque. Es mi única referencia conceptual de Completud. ¿Hace falta
tal concepto para vivir? Lo ignoro. Se me produce a veces, emerge, surge por
propio impulso o necesidad… algo más allá de mi yo, wu wei, algo que simplemente sucede… (Cuando me pongo filosófica
las palabras se vuelven a la vez filosas y resbaladizas y deseo atrapar la más
exacta y no siempre encuentro la que me satisface del todo, como si me probara
muchos pares de zapatos que me gustan y ninguno me calzara realmente.)
Y en este plano de manifestación, parece que todo lo que
surge con un signo generara algo de signo contrario. Positivo y negativo.
Pero eso ya es tema para otra reflexión...
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