Quizás la pregunta esencial no sea “¿Estoy siendo yo
mismo/a?”, sino “¿Me estoy haciendo a mí mismo/a en la dirección correcta?”
No se puede ser otra cosa que “uno mismo”. Aún cuando
copiemos, imitemos o nos identifiquemos con otro, estamos siendo lo que somos:
alguien que copia, que imita, que se identifica con otro. Aún cuando nos
resistimos a ser, somos.
Pero en realidad, ¿somos?... ¿O permanentemente vamos
siendo, —haciéndonos— en cada acto, en cada elección, en cada emoción que
dejamos que persista, en cada pensamiento o creencia que cultivamos?
¿Y a qué me refiero con “la pregunta esencial”? A aquella
que se pregunta de veras por el sentido de la propia vida, cuya respuesta
colabora —precisamente— a perfilar dicho sentido.
Ante cada decisión importante puede ser necesaria esta
pregunta: lo que estoy decidiendo, ¿me acerca más a expresar lo profundo de mi
ser, o bien, de mi necesidad de ser? ¿Me lleva a realizar lo mejor y más
valioso de la potencialidad que hay en mí? ¿Crezco y soy “más verdaderamente
yo” si elijo esto? ¿O todo lo contrario?
En otros términos, ¿es este el llamado de mi Alma? ¿Y cómo
saberlo?
Hay muchas respuestas posibles. Y cada una tiene
consecuencias para la propia vida y también implicancias éticas y morales
porque afectan a otros.
A lo largo de mi vida, veo que voy cambiando mis respuestas
a algunas preguntas que persisten.
Hoy me parece buena la posición que John Payne sintetiza:
no se trata de cumplir “una misión” especial en la vida, supuestamente elegida
o asignada antes de nacer, sino de escuchar verdaderamente lo que necesitamos
ser. Podemos elegir cualquier misión. Tampoco creo que haya que fomentar un
egocentrismo a ultranza. Pero sí aprender a atender a nuestras reacciones
emotivas profundas, ese bienestar o malestar que surge cuando estamos buscando
nuestro verdadero objetivo, lo que es nuestra verdadera necesidad. Esa que se
encubre y distorsiona a veces por miedo, por pereza o por un exagerado sentido
del deber a otro.
Cumplir con nosotros mismos nos ayuda también a ser mejores
con los otros. Cultivar la propia alegría, el sentido de realización, la
autonomía saludable, hacer cosas que nos den expansión y crecimiento,
entusiasmo y esperanza, deseo de presente y de futuro, creatividad y paz…
seguramente aporta a nuestra capacidad de amor y de generosidad.
Eso no significa que no debamos atravesar conflictos de
intereses, dudas, angustias… y a veces también postergar algunas cosas. Pero
eso es parte de la vida. Y quizás lo verdaderamente importante sea vivirla a
pleno, con sus luces y sus sombras. Pero en conciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario