Siempre sentí la necesidad de desarrollarme al menos en dos áreas: la psicoterapia y el arte. No siempre podía vincular todos mis intereses, mis recorridos, y las identidades que se iban despertando en cada experiencia. Sin embargo hoy creo firmemente que nada de lo ocurrido fue casual ni superfluo. Lo espiritual es es el trasfondo, una manera de llamar a Eso inefable que trenza, entreteje, sostiene y da sentido a las cosas. Bendigo cada búsqueda y lo que puedo aprender de vivir... trenzando mundos. Este es un intento de transmitir algo de ese aprendizaje, aún sabiendo que cada experiencia tiene mucho de intransferible.



SILVIA JUDIT LERNER
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ACERCA DE LA FELICIDAD

¿Hay alguna fórmula para la felicidad? Hoy día ya no nos animamos a hablar de felicidad. Parece una palabra excesiva, desbordante, casi maníaca… Hoy pensamos más bien en bienestar, en tranquilidad, en pasarla bien, en ausencia de dolor o de angustia…
Pero allá en el fondo fondo… seguimos pensando, deseando y apostando a alguna forma de la felicidad. Aunque sea efímera, o breve… Aunque tenga un poco mucho de ilusión…

La idea —y la sensación— de felicidad, cambia con los momentos, con las situaciones, con los años. Y generalmente tiene más que ver con un sueño a cumplirse, un fin a alcanzar, que con la certeza de algo que está ocurriendo en el momento presente.

¿Cómo definirías hoy tu idea de la felicidad? ¿Te sientes feliz? ¿Qué crees que te haría sentir feliz?

Felicidad puede ser un concepto tan grande que se vuelve lejano, como una montaña que sólo se puede ver entera a la distancia. A veces el tiempo pasa y sólo mirando hacia atrás nos damos cuenta de que habíamos sido tan felices…
Cuando la acotamos un poco, cuando la reconocemos como un estado profundo que cambia de oleaje y de color en la superficie, es más fácil sentir que somos felices. Porque podemos ser felices “a pesar de”: a pesar de la tristeza de un momento, de la frustración de aquella expectativa, de lo que demora en cumplirse aquel deseo, de tal o cual cosa que falta.
A veces nos pasa lo contrario: tenemos “de todo”, no parece haber motivos especiales de tristeza o preocupación, nuestros deseos parecen realizados… y sin embargo no somos felices.
Qué cosa más extraña y elusiva puede ser la felicidad.

Personalmente, a veces pienso que lo que deseo es serenidad, y levedad. Levedad, liviandad, como se quiera llamar a ese estado opuesto a ser denso, solemne, pesado. Ese estado tan próximo al juego, a la creación, a la risa, a la ternura… Serenidad para enfrentar lo que la vida traiga y poder pensar y resolver… Levedad para abrir la puerta de la alegría. Para no enredarse en los vericuetos de la importancia personal, de los malos humores, del exceso de obligaciones, de la exigencia desmesurada sobre uno mismo y sobre los demás. La densidad de los amores tortuosos, torturantes, torturados. Y el miedo, sobre todo el miedo, que es parte del efecto de no poder tomar algunas cosas más livianamente.

Alguien escribió que los ángeles vuelan porque se toman a sí mismos con mucha ligereza.

No encontré ninguna fórmula para la felicidad. Pero me doy cuenta de que cuando me acuerdo y hago las cosas que me llevan a sentirme serena, centrada, y también liviana, lo que siento es muy parecido a eso de ser feliz.

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